El Regadío
El desarrollo del regadío en Elche presenta una fase histórica, que abarcaría desde la época romana hasta principios del siglo XX, caracterizada por el aprovechamiento de un único y escaso recurso hidráulico, el de las aguas que discurren por el cauce del Vinalopó.
Una segunda etapa vendrá determinada por el uso de reservas foráneas, en primer lugar las aguas elevadas del Segura, y posteriormente las debidas al trasvase Tajo-Segura.
LOS REGADÍOS HISTÓRICOS: MAJOR Y MARCHENA
Los autores que han estudiado el regadío ilicitano coinciden en su origen romano. Se basan para ello en ciertos topónimos de la red de acequias. También señalan que la ciudad de Ilici y el trazado catastral -sobre el que se superpone la actual red de canalizaciones de la Acequia Mayor- debieron de ir unidas a una explotación agrícola basada en el regadío. Por fin, restos arqueológicos parecen señalar la existencia de una presa en el cauce del Vinalopó, más abajo del actual embalse. Los romanos serían los primeros en aprovechar el encajonamiento del río en las sierras al norte del término para retener el agua mediante un dispositivo artificial y asegurar su provisión a los campos. Cereales, olivares, entre otros cultivos, abundarían en el paisaje de la época.
Pero fueron los habitantes musulmanes de la medina Ilš los que explotaron el Vinalopó para desarrollar una agricultura de regadío, a partir del aporte permanente de agua a los campos, a través de una acequia madre, que distribuía el agua por el término por medio de partidores y canales secundarios. La fecundidad del campo ilicitano dependía de un complejo sistema hidráulico, como sucedía también en otras zonas de nuestro entorno: Valencia con el Turia, Orihuela con el Segura o Alicante con el Montnegre.
Esta organización fue asimilada por los dominadores cristianos del siglo XIII: el 20 de junio de 1269, Don Manuel confirmaba el reparto entre los pobladores de Elche de casas y heredades en el territorio de las antiguas alquerías musulmanas y ordenaba que las aguas que regaban dichas heredades la tuvieran los nuevos pobladores cristianos “como la solíen aver los moros a so tiempo”. No es extraña esta disposición, que algunos autores han explicado por el desconocimiento de los pobladores cristianos del norte peninsular de la agricultura de regadío.
Los conquistadores repartieron el territorio y el agua que los riega: los cristianos se quedaron con las tierras en la margen izquierda del río y con nueve partes de su caudal para regarlas. Estas tierras se denominarían la Horta dels Cristians u Horta Major, espacio regado por la Séquia Major. A los musulmanes les fueron adjudicadas tierras a la izquierda del río con dos partes de agua, que distribuía la Séquia de Marchena. Una duodécima parte se destinó al consumo urbano. El agua corría –y sigue corriendo- de noche y de día: doce partes de noche y doce de día.
Sin posibilidad alguna de aprovechar manantiales o aguas subterráneas en el propio término, la agricultura del campo ilicitano, y la propia supervivencia de sus habitantes, dependía de la aleatoriedad de los caudales del río. La indigencia hídrica llevó al desarrollo de una agricultura adaptada a la disponibilidad y calidad de las aguas, a la realización de infraestructuras de captación, canalización y embalse de las aguas vivas y de avenidas y al establecimiento de una estricta organización del regadío.
Un azud o presa captaba el agua del río, derivándola a la acequia principal. Desde ella el agua se distribuye por gravedad por medio de una serie de partidores, dispositivo que divide el caudal de la corriente y facilita la distribución a los campos por brazales secundarios. En el primero, Albinella, se tomaba la porción para usos urbanos, inmediatamente otro deriva dos partes a Marchena,los siguientes, hasta veinticinco, sirven a la Séquia Major. La construcción en ésta de una Contraséquia, aprobada por el municipio en 1529, permitió el aprovechamiento de las aguas de las avenidas antes de la construcción del pantano. Tomaba el agua cuando rebasaba un vertedero al norte de la población y la devolvía a la Séquia Major junto al partidor de Matrof. Así evitaba que se inundara la ciudad, pero también permitía el aprovechamiento de un caudal adicional por los campos del sur del término, en el área más externa al núcleo de la red de canalizaciones.
La expansión del regadío estaba limitada. En el área de la Séquia Major había una zona de preferente abastecimiento: aquella regada con el agua denominada de Horts, que el agricultor podía utilizar en la parcela que deseara. Sin embargo, el agua de Dula regaba parcelas concretas sometidas a un turno fijo. No será hasta el siglo XX que este segundo tipo se asimile con el primero, siendo hasta entonces su valor siempre menor.
Los libros de aguas registraban los turnos o tandas fijados en un principio para el riego de las heredades, pero con el tiempo pasarían a representar la propiedad sobre porciones de agua. El Llibre Major y el Llibre Xic, registraban la distribución del agua de riego de la Sèquia Major, aunque con la instauración del sistema de subasta, en 1891, perdieron su utilidad natural, derivada del reparto por turnos. La Séquia de Marchena también tenía sus libros, aunque sólo se conservan registros tardíos.
La titularidad de los derechos de riego fue particular desde tiempos muy tempranos, lo que no obsta para que durante toda la Edad Media y casi toda la Edad Moderna la gestión administrativa del regadío fuera exclusivamente municipal, incluyendo la red de distribución. En virtud de ello el municipio nombraba los cargos administrativos que se ocupaban de la gestión cotidiana del riego, ejercía la jurisdicción sobre el mismo a través de sus funcionarios y asumía las competencias relativas a la elaboración y renovación de los libros de aguas, que determinaban los turnos de riego y la titularidad o el usufructo de cada derecho concreto de uso del agua. Sólo a finales del XVIII la administración de la Séquia Major pasaría a una junta de propietarios, proceso seguido también por laSéquia de Marchena, antecedente de las actuales comunidades de propietarios, que heredaron las funciones desarrolladas por el municipio, continuadoras en gran medida de la administración local.
EL PANTANO
El campo de Elche aprovechaba los sobrantes de las poblaciones superiores de la cuenca y captaciones realizadas en el término de Aspe, recogidas por el rio Tarafa o de Aspe. La disminución del caudal por apropiaciones de las poblaciones río arriba motivaron la construcción del pantano entre 1632 y 1646. A pesar de la foto fija de ineficacia que nos ha transmitido la bibliografía tradicional, la presa fue considerada por nuestros antepasados la “mayor joya” del término, por el beneficio para la agricultura que reportaba. Pero también desde un principio el pantano fue fuente de problemas, derivados de la rápida colmatación por los arrastres de avenidas y por el aumento de la salinidad natural de las aguas del río por el efecto de la evaporación solar y por la existencia de pequeños manantiales salobres en el interior del vaso. Cedido, en 1842, por el Ayuntamiento a la Comunidad de Propietarios de la Acequia Mayor, la última gran actuación en 1902: desviar las aguas del río, evitando su entrada al embalse. Su importancia económica se redujo sensiblemente con la traída de aguas alóctonas, entrando en una lenta decadencia.
En el año 1995 reventó la compuerta reguladora, lo que ocasionó una gran avalancha de fangos que facilitó el vaciado de la presa. En 2007, se iniciaron los trabajos de rehabilitación de la presa, con el objetivo de dar lugar a un espacio en el que prosperara la vegetación y la fauna. Al año siguiente, 2008, la presa ya está activa. Actualmente, el embalse está reconocido como Bien de Interés Cultural por la Generalitat Valenciana.
Con motivo de la cesión el año 2006 del Archivo de la Comunidad de Propietarios de la Acequia Mayor del Pantano de Elche al Archivo Histórico Municipal, se realizó una exposición, cuyo catálogo se puede descargar en formato pdf: El Archivo de la Acequia Mayor: una memoria recuperada.